Por: Madeline Molina Martínez

El sol aún no salía cuando cientos de corredores de todas las edades comenzaron a llegar al atrio de la basílica de Guadalupe, la primer carrera arquidiocesana “Pies en Camino” era la razón.
La misa comenzó y el amanecer nos anunciaba a los participantes el momento de prepararse para correr, tras recibir la bendición, en un ambiente de alegría, pero sobre todo esperanza, los corredores se dispusieron a ocupar sus lugares según su categoría. Los primeros en salir fueron los de 10 kilómetros, seguidos por los de 5 y para finalizar los de 3, estos últimos pudieron correr junto con los principales beneficiarios de este evento, que fue organizado para ayudar a la atención de nuestros sacerdotes mayores, quienes han entregado su vida para acercarnos a Dios y lo siguen haciendo, prueba de ello fue esta carrera, pues quienes tuvimos la oportunidad de correr sabemos que cada paso nos llevaba más cerca de ese amor que Dios nos tiene.

Como en la vida cotidiana llegar a la meta no fue fácil, los últimos metros eran los mas difíciles, sin embargo no estabamos solos, no era extraño encontrar un rostro amigo, religiosas, seminaristas, sacerdotes, obispos, familias enteras corrimos como uno solo y ninguno se quedó en el camino, en comunión de esperanza los hermanos que ya se encontraban en la meta fueron los que con gritos de aliento, porras y sonrisas alentaron a los corredores.
La morenita del Tepeyac fue quien recibío a los participantes, muchos ya fatigados sentían el desgaste, pero al voltear la mirada hacia la casita del Tepeyac se cumplían las palabras de Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza: “La Virgen de Guadalupe corre a nuestro encuentro y nosotros al Suyo”, como un hijo pródigo que vuelve a la casa de su padre en nosotros se cumplia el evangelio del día, corrimos al encuentro de Dios y nuestra madre nos recibió con alegría.
Al recibir tu medalla el mensaje era claro, el camino puede ser cansado y parecer largo, sin embargo no estamos solos, Dios nos regala una comunidad y en ella hermanos que siempre buscan alentarnos a continuar corriendo, sin importar de donde vengas, la edad que tengas o a que te dediques Dios te espera y no es un Dios que esta solo en el templo, si no uno que sale a tu encuentro para acompañarte en el camino, cada paso adelante en tu vida diaria es un paso hacia el cielo, como hijos amados no dejemos de correr hacia los brazos de Dios Padre.