Con información de Alejandro Chávez
El pasado sábado 1 de marzo los chicos del Decanato 3 realizaron una Misión urbana en la Calzada de Guadalupe.
El pasado sábado, un grupo de jóvenes comprometidos con su comunidad, provenientes de la Parroquia Francesa, el Colegio Francés Pasteur y la Iglesia de San Ignacio de Loyola, se unieron en una emotiva jornada de servicio, acompañados por los Hermanos de San Juan. Con el firme propósito de tender la mano a aquellos que más lo necesitan, esta iniciativa mostró el poder de la solidaridad y el compromiso cristiano hacia los más vulnerables.
La actividad comenzó temprano, a las 9 a. m., en el Sanborns de Peralvillo, donde los jóvenes se prepararon para llevar a cabo su misión: brindar apoyo a las personas en situación de calle. Con bolsas de comida en mano, no solo llevaron alimento, sino también un mensaje de esperanza. Pero el propósito fue más allá de la simple entrega material. Además de alimentar a quienes lo necesitaban, dedicaron tiempo a orar por ellos, recordándoles que no están solos en su lucha diaria.
Pero la jornada de solidaridad no se limitó a esta labor. Los jóvenes, con el apoyo de los Hermanos de San Juan, también se encargaron de limpiar las calles, contribuyendo al bienestar de la comunidad en un acto tangible de amor por su entorno. La limpieza no fue solo un gesto de orden, sino un símbolo de cómo el cuidado por los demás también se extiende a nuestro espacio común.
La jornada culminó a la 1 p. m. en la Basílica de Guadalupe, donde todos se reunieron para celebrar una misa, dando gracias por la oportunidad de haber servido y orado juntos. La misa fue un momento de reflexión, en el que los participantes renovaron su compromiso de seguir caminando junto a los más necesitados, inspirados por la figura de Jesús y el llamado al servicio y la fraternidad.
Este tipo de actividades no solo reflejan el compromiso social y cristiano de los jóvenes, sino también la importancia de mantener viva la solidaridad en nuestra sociedad. La jornada, llena de acción y oración, dejó una huella profunda en los corazones de los jóvenes, quienes regresaron a casa con el alma llena de gratitud y la certeza de que pequeños actos de bondad pueden generar grandes cambios en el mundo.
La experiencia vivida aquel día no solo fue un acto de caridad, sino una muestra de cómo la fe puede transformarse en acciones concretas que mejoran la vida de aquellos que más lo necesitan. Los jóvenes, guiados por su deseo de ayudar, demostraron que la verdadera solidaridad no tiene barreras ni límites.